Del 14/02/2010
Hay puertas que uno no debería abrir jamás, porque no sabemos a dónde nos conducirán. Un par de días atrás, me encontraba yo deambulando en un pasillo, absorta en mis pensamientos, como siempre.
Puerta A.-
Estaba ubicada al final del pasillo. De diseño eslavo, hecha de madera y herrería. Ésta puerta estaba hecha de buen material y se veía adecuada para propiciar un ambiente familiar, caluroso, sencillo y acogedor. Sin embargo, era un poco anticuada y se veía maltratada. Al carecer de cerrojos, era evidente su inestabilidad. El viento manipulaba la puerta a su antojo, de modo que ésta se azotaba constantemente mostrando lo que había detrás de ella. De todas formas, yo ya me habiá asomado antes, pero jamás atravesé la puerta (y no porque no quisiera, sino por falta de oportunidad).
Puerta C.-
Tudesca... eso es todo lo que sabía yo a ciencia cierta. Tenía diseño minimalista, sobrio, con una especie de espejo central, de modo que yo me reflejaba allí. Lucía como una puerta blanca de buen material y buena calidad. Su adorno consistía en un par de cristales del color del océano. Tal vez lucía un poco altiva a ratos, dada su raíz teutona. Ésta puerta estaba cerrada y evidentemente era nueva para mí; sin embargo, las llaves se hallaban colgadas junto a la puerta, estaban dispuestas para que cuando yo quisiera, me animara a tomarlas y abrirla. Debo decir que tuve la sensación de que muchas otras personas habían pasado por allí antes. ¿Me atrevería a abrir la puerta? Probablemente sí porque a decir verdad, me despertaba interés, pero tendría que ser muy cuidadosa... Me tomaría mi tiempo para observarla detenidamente antes de intentar siquiera introducir las llaves en la cerradura.
Puerta G.-
Angla y falaz. No estoy segura de qué estaba hecha esa puerta. Al parecer era aserrín comprimido cubierto con varias capas de pintura brillante que trataba de ocultar la endeblez, la poca resistencia de aquel material. A fines del verano pasado me armé de valor y decidí cruzar la puerta (quizá engañada por la fachada), pero una vez dentro de la habitación, algo pasó... Tengo vagos recuerdos de la entrada de la habitación viniéndose abajo, desmoronándose... Un fragmento del marco me golpeó en la cabeza... sólo sé que el golpe fue tan fuerte, que me hizo perder el conocimiento y cuando volví en mí ya no quise pasar por allí nuevamente. La conmoción me causó amnesia, y si ustedes me preguntan qué había en ésta habitación, les responderé que no me acuerdo.
No obstante, por caprichos de la vida, me hallaba de pie frente a esa puerta otra vez: alguien más la había dejado entreabierta para mí... por si acaso yo me animara a entrar ahí en el futuro. ¡Pero no! Comprendí que cualquier cosa que esa habitación pudiera ofrecer, jamás sería suficientemente bueno para mí; tal vez esa puerta y esa habitación están hechos para una persona vana, que obviamente, no soy yo. Así que sin más, tomé la llave, la arrojé lejos y cerré la puerta. Me dí la media vuelta y decidí dejar esa puerta cerrada para siempre, me alejé sin mirar atrás.
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